Tenía que llegar, la dictadura sanchista quiere controlar también a Jueces y Fiscales porque quiere la impunidad para sus delitos.
La injerencia política en los tribunales de justicia es una necesidad imprescindible para el sanchismo. Necesita, quiere jueces y fiscales obedientes que promuevan los procedimientos judiciales que Sánchez les ordene, que dicten las sentencias a su conveniencia y que las denuncias de sus desmanes queden en archivos definitivos.
La dictadura sanchista, como todas las dictaduras, no admite la separación de poderes porque en el dictador, en Sánchez, confluyen los tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, de ahí que gobierne por medio de Decretos, ignorando a las Cámaras Legislativas.
Se pide desde el poder dictatorial respeto al “poder legislativo”, pero es que el poder legislativo está inactivo, gobierna sin poder legislativo y así los anunció a su “rebaño”.
Sánchez quiere salir impune de sus desmanes y delitos y para eso se recorrió España y encargó a Cerdán su investidura como Presidente del Gobierno.
Sánchez no quiere democracia, no le gustan las elecciones, no le gustan los votos, quiere perpetuarse en el poder. Sigue la estela chavista. Solo le faltan las torturas a disidentes y los muertos: ¿Llegarán?
La reciente protesta de Jueces y Fiscales es histórica porque responde al hecho histórico desde la transición de que se haya colado en la Presidencia del Gobierno español un espécimen que ha dado un golpe de estado por la puerta de atrás. Su dictadura no la llevaba en su programa electoral, pero sí la llevaba en sus intenciones.
Sánchez pretende con sus mentiras sostener su dictadura con una satisfacción anímica fraudulenta que permanezca en los ciudadanos, satisfacción anímica que no responde a nada real, solo a sus mentiras.
Pero el hartazgo de la ciudadanía a sus desmanes y falsedades ha llegado a su límite y la opinión pública se ha percatado de la dictadura sanchista en la que vive.
Sexo, corrupción, falsedades, la prensa europea se hace eco del ingreso en prisión de Cerdán.
El control de la judicatura es uno más, pero “es la gota que ha rebasado el vaso” de la ciudadanía anestesiada.
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