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Atreverse a vivir

Boris Cyrulnik, Neurólogo y Psiquiatra francés, difunde los beneficios de enviar a los hijos lejos a estudiar o a trabajar.

Que vivan solos, conozcan “otras gentes”, otras culturas, otras “maneras”, otros sistemas, otras perspectivas. Ello redunda en fortalecer su personalidad, su formación y que tengan que tomar decisiones. Como dice Ortega “la vida es decidir, elegir, porque se nos da un camino predeterminado”. 

Nunca los hijos, mantiene, han estado tan protegidos, ni han sufrido tanta ansiedad.

La sobreprotección de los hijos es errónea, lo que implica la necesidad de controlarlos, poniendo, padres y tutores como pretexto, “sus buenas intenciones de velar por su seguridad”.

Ese “autoengaño” es perjudicial para los hijos y ese “velo” constante por su seguridad, aparte de una falacia,   solo causa inseguridad en ellos.

A los hijos hay que dejarles “volar”, con lo que padres y tutores consiguen su fortalecimiento personal.

Los hijos tienen que vivir su vida y aprender a caer y levantarse. Es más importante saber levantarse que caer y la sobreprotección dificulta o anula esa necesidad de aprendizaje   del que muy seguramente, va a necesitar.

Los hijos se van a equivocar, igual que se han equivocado sus padres y tutores, y han de tener la personalidad y formación correspondiente para poder decidir en cada momento.

No vale “facilitar” la vida de los hijos, anticipándose a cualquier necesidad. Los hijos tienen que formarse para aprender a “buscarse la vida” y aprender de sus errores.

Los hijos quieren, necesitan  “volar” y caerse y levantarse forma parte de la vida, de sus vidas, y aprender a caerse y levantarse ha de ser un pilar de su personalidad y formación.

Con la  sobreprotección se pueden provocar las fobias, los miedos, las inseguridades, los celos, las envidias, la timidez, la baja autoestima porque todo se lo den hecho al hijo y no aprenden a decidir porque no está formado para ello.

Sin independencia y autonomía son muy difíciles las relaciones interpersonales y esa sobreprotección puede  interiorizar la idea del hijo de no ser capaz de hacer las cosas por sí mismo.

Hay que “atreverse” a vivir y para ello son imprescindibles unas buenas “alforjas”  (Freud) y estas alforjas son la personalidad y la formación que conllevan la independencia y poder de decisión.

Tanto la madre o el padre que no ha dado afecto, o que lo han dado en forma excesiva, destruyen o agrietan en sus fundamentos la futura existencia del hombre, creando en ella resquebrajamientos o zonas de menor resistencia que, tarde o temprano, acaban por manifestarse en las vicisitudes azarosas de la vida humana. ( Rof Carballo, Médico, Doctor en Medicina, fundador de la patología psicosomática) 

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