Una experiencia, traumática o no, que cambia la vida de una persona, no muere con la persona, tiene vida propia después.
Desde una guerra, un genocidio, unos malos tratos, violaciones, fallecimientos traumáticos, factores ambientales, deficiencias nutrinacionales y un “ sin fin” de situaciones que provocan patologías, pueden transmitirse genéticamente y de generación en generación, como consecuencia del cambio en la estructura mental de la persona. Se estaría ante la Medicina Psicosomática.
El proceso molecular, que es la expresión genética, conocido como “expresión genética” potencia la actividad de algunos genes y silencia la de otros.
Este es el mecanismo por el que el trauma de un progenitor puede llegar a imprimirse en los genes de la descendencia y, a su vez, esta transmisión, puede resultar multigeneracional.
Ello viene a plantearse cuándo algunas actitudes y reacciones vienen “predeterminadas” y cuánto controla el propio individuo de sí mismo y sus congéneres.
El concepto popular de “mochila”, o el de “legado” de traumas son una realidad, por cuanto se trata de algo de mucha mayor trascendencia que las solas “experiencias”.
Si la persona siente que le ha afectado una experiencia muy difícil, que ha alterado su vida, hay algo, o mucho de cierto en ello, como afirma Rachel Yehuda, Psiquiatra y Neurocientífica en el MontSniai de Nueva York (E.E.U.U.).
Se trata de una señal epigenética, que una experiencia no muere con la persona, sino que tiene “vida propia”.
La diferencia está entre el genoma (complemento del ADN del cuerpo) y el epigenoma, que es el que ordena cómo deben de comportarse los genes del genoma.
“En cada célula, en cada momento, el epigenoma está cambiando” (Isabel Mansuy- Neuroepigenática. Universidad de Zurich- Suiza).
Cuando una sintomatología no responde a un cuadro clínico, aparece la Medicina Psicosomática.
Como decía el Doctor Marañón, la historia clínica de la persona ha de ser muy completa y detallada, porque de su contenido puede surgir la patología clínica o psicosomática, que no aflora fácilmente, sino a través de un estudio pormenorizado del enfermo y sus circunstancias.
No valen las historias clínicas “al uso”. Con éstas “historias”, se incumple el principio hipocrático, en perjuicio del enfermo.
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